Costa Rica. Los resultados positivos en sus tierras de cultivo y en el ambiente son los que motivan a los agricultores, en el largo plazo, a adoptar prácticas sostenibles, que resultan de fundamental importancia para la salud de los sistemas alimentarios de América Latina y el Caribe. Así lo demostró un estudio realizado por investigadores de distintos organismos internacionales sobre las razones que llevan a los productores de alimentos a proteger los ecosistemas y usar de manera eficiente sus recursos naturales.
El trabajo, para el cual se analizaron 18 mil publicaciones académicas, fue realizado por expertos del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IPFRI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), el Grupo de Países Productores del Sur (GPS) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Aunque en el corto plazo los beneficios económicos son el principal incentivo para adoptar buenas prácticas, la situación cambia cuando se evalúan las motivaciones de los productores en tiempos más largos. En ese caso, los productores tienden a cambiar sus prácticas si advierten consecuencias favorables en sus fincas o en el ambiente.
Las prácticas sostenibles permiten reducir el impacto de la agricultura sobre el ambiente y aumentar su capacidad de adaptación al cambio climático, lo que a su vez contribuye a reducir la pobreza rural y a aumentar los niveles de seguridad alimentaria.
Entre las prácticas sostenibles –señalan los autores- se inscriben la rotación de cultivos, los sistemas multicultivos, el uso de cultivos de cobertura, los sistemas de labranza cero y de labranza reducida, el manejo integrado de plagas (MIP), los sistemas agro-pastoriles, las prácticas agroforestales sostenibles y la agricultura de precisión, entre otras.
En ese sentido, el trabajo señala que nuevos modelos productivos y una reforma profunda de la agricultura y de los sistemas agroalimentarios son necesarios si América Latina y el Caribe quiere aprovechar mejor la transformación tecnológica global que se está produciendo en todos los sectores.
Por lo tanto, para fomentar el crecimiento de los sistemas agroalimentarios de la región, se requiere de modelos sustentables e integrales, ajustados a los contextos locales, que promuevan la gestión integrada del agua y el suelo para aumentar la resiliencia, la productividad y la rentabilidad.
El estudio, cuyos resultados fueron volcados en un artículo publicado en la revista Nature Sustainability, se realizó gracias al programa Ceres2030 (Soluciones Sostenibles para Acabar con el Hambre), desarrollado en cooperación con la Universidad de Cornell, el IFPRI y el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, con el patrocinio de BMZ (Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania) y la Fundación Bill & Melinda Gates.
Los autores son Valeria Piñeiro, del IFPRI; Joaquín Arias, del IICA; Pablo Elverdin, del GPS; Ana María Ibáñez, del BID; Cristian Morales Opazo, de FAO; Steve Prager, de CIAT; y Máximo Torero, de FAO.
Los investigadores compilaron una serie de pautas que los responsables de la formulación de políticas públicas y los actores del mercado deberían seguir para promover una agricultura sostenible.
Dichas pautas se basan en el análisis detallado de la literatura sobre incentivos de mercado y no de mercado que conducen a la adopción de prácticas agrícolas sostenibles que a su vez provocan cambios positivos en la productividad, rentabilidad y sostenibilidad ambiental de las unidades agrícolas.
Algunas de ellas son las siguientes: se debe conocer a los agricultores sobre los que se intenta influir; los instrumentos deben ser simples; hay que proporcionar apoyo complementario, como por ejemplo asistencia técnica para que la adaptación de nuevas prácticas agrícolas sea más accesible y sostenible; se debe pensar en un horizonte de largo plazo, ya que puede pasar mucho tiempo antes de que existan efectos económicos y ambientales medibles.
La adopción de prácticas agrícolas sostenibles es clave para los sistemas agroalimentarios de América Latina y el Caribe, debido a sus contribuciones estratégicas no solo a los objetivos de desarrollo de la región, sino también, y de manera significativa, del mundo.
Como mayor exportadora neta de alimentos, la región juega un papel protagónico en el suministro mundial y, por lo tanto, en la estabilización de los precios internacionales. Pero además América Latina y el Caribe es la mayor proveedora de servicios ecosistémicos del planeta y por lo tanto su rol es fundamental para la sostenibilidad ambiental, la estabilidad del clima y la mitigación de los efectos del cambio climático.
Por otro lado, los sistemas alimentarios contribuyen a la generación de empleo e inversiones y a la actividad económica en general.
Sin embargo, la inseguridad alimentaria está aumentando en América Latina y el Caribe, donde la pandemia de Covid-19 ha hecho aumentar la pobreza y la desigualdad. Por eso los autores del estudio sostienen que es necesario implementar un programa para la formulación de políticas y la evaluación de intervenciones agrícolas, basado en ciencia y evidencia, que puedan transformar las vidas y los ingresos de los agricultores más pobres del hemisferio, en su mayoría mujeres, al mismo tiempo que se preserva el medio ambiente.
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