La colombiana Liliana Jiménez Molina, productora de cacao y defensora de los derechos de las mujeres del campo, reconocida por el IICA como “Líder de la Ruralidad”
"Dejó la ciudad para irse al campo y hoy trabaja por el empoderamiento de las mujeres rurales"
Colombia. Productora de cacao y destacada defensora de los derechos de las mujeres del campo, la colombiana Liliana Jiménez Molina fue declarada “Líder de la Ruralidad de las Américas” por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en virtud de su trabajo por los derechos de las mujeres rurales, la jerarquización de la actividad agropecuaria y la mejora de la calidad de vida en los territorios rurales.
El anuncio fue hecho por el Director General del IICA, Manuel Otero, en la ceremonia con la que el organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural conmemoró el Día Internacional de las Mujeres Rurales con la realización del foro “Prioridades de la agenda de género”, y coincidió con el nombramiento de Jiménez Molina como Delegada de la Plataforma de Mujeres Rurales del IICA, lanzada recientemente por el IICA.
La Plataforma Hemisférica de Mujeres Rurales, disponible en español, inglés, portugués y francés en la dirección https://mujeresrurales.iica.int/, es un espacio web que facilitará a esta parcela de la población generar redes, acceder a oportunidades de capacitación y foros e intercambiar experiencias que contribuyan a su empoderamiento, a visibilizar su rol fundamental en el desarrollo rural y a la mejora de la calidad de vida en sus territorios.
Con la declaración de Liliana Jiménez Molina como “Líder de la Ruralidad de las Américas”, el IICA otorgará a la productora colombiana el premio “El Alma de la Ruralidad”, parte de una iniciativa del organismo para reconocer a hombres y mujeres que dejan huella y hacen la diferencia en el campo.
Además de recibir como reconocimiento el premio “El Alma de la Ruralidad”, los Líderes de la Ruralidad destacados por el IICA son invitados a participar de diversas instancias asesoras del organismo especializado en desarrollo agropecuario y rural.
“Se trata de un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia. El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región”, dijo Otero.
En el marco del programa Líderes de la Ruralidad, el IICA trabaja para que el reconocimiento facilite vinculaciones con organismos oficiales, de la sociedad civil y del sector privado para la obtención de apoyo para sus causas.
Liliana Jiménez Molina: la colombiana dejó la ciudad para irse al campo y hoy trabaja por el empoderamiento de las mujeres rurales
Bogotá. Hace unos 10 años, la colombiana Liliana Jiménez Molina y su familia decidieron que querían cambiar la vida urbana y radicarse en el campo. Ella no conocía prácticamente nada de la ruralidad. De hecho, se había criado en la ciudad de Medellín y luego se había mudado a la capital, Bogotá, donde trabajaba como consultora de comunicación para empresas.
Sin embargo, un inconveniente de salud de su marido, a quien los médicos le recomendaron cambiar de estilo de vida, los empujó a dar el paso y a instalarse en una pequeña finca en Nilo, un municipio del departamento de Cundinamarca, a 150 kilómetros de Bogotá.
Desde entonces, Liliana se dedicó al cultivo de cacao orgánico y ha recorrido un largo camino. Hoy preside la Junta Directiva de una asociación de pequeños productores, PROSOAGRO, y desde 2016 tiene el título de María del Campo. Se trata del nombre que identifica a la cacaocultura colombiana en el mundo y reconoce el papel de las mujeres. La elección la realizó la Federación Nacional de Cacaoteros (FEDECACAO).
“Mucha gente –recuerda- pensó que estábamos locos cuando tomamos la decisión de irnos al campo. Nosotros lo hicimos con plena conciencia de que queríamos cultivar cacao con enfoque orgánico, porque nuestra familia tiene mucha preocupación por el tema ambiental. Eso nos corre por las venas a todos. De todas maneras, evidentemente una cosa es el sueño romántico de vivir en el campo, cerca de la naturaleza, y otra cosa es hacerlo como mujer”.
Liliana cuenta que muy rápido empezó a vivir en carne propia los obstáculos que enfrentan las mujeres para desarrollarse en las zonas rurales y entonces supo que quería entender las razones de esa realidad, para poder combatirla: “Quise saber por qué las mujeres tenían menos acceso a la salud, a la educación y, en general, a las oportunidades. En las zonas rurales, las asociaciones son de los hombres, las mujeres participan poco y no hay enfoque de género”.
Fue un proyecto financiado por la agencia de cooperación internacional de Canadá, a partir de 2014, que formó 120 lideresas de cinco departamentos de Colombia, el que ayudó a Liliana a entender la profundidad de la discriminación a las mujeres rurales, que enfrentan barreras para acceder a la propiedad de la tierra y a créditos, cargan con el peso de las tareas del hogar y muchas veces son víctimas de violencia doméstica.
Liliana destaca, además, el trabajo del IICA: “Ha sido muy importante en los últimos años para poner en la agenda las cosas que le pasan a las mujeres rurales. La igualdad de oportunidades no existe. Las mujeres no están organizadas, no saben que tienen derechos y su rol en el hogar las absorbe tanto, a veces, que no están en condiciones de generar proyectos afuera. Se ha dicho mucho y existen muchas leyes, pero es hora de tomar decisiones para cerrar las brechas que existen en la ruralidad en perjuicio de las mujeres”.
Liliana cuenta que, en los últimos años, a partir de los acuerdos de paz entre el Estado y la guerrilla, muchos colombianos empezaron a ver a las zonas rurales como espacios de oportunidades.
“La gente –explica- empezó a regresar al campo. De hecho, en el cultivo del cacao hay muchos neocampesinos, que son personas que dejaron las ciudades. Yo recorro muchas ferias y siempre encuentro gente que dice que su sueño es vivir en el campo y pregunta cómo se cultiva cacao. Creo que los colombianos empiezan a entender que valorar el campo y las familias campesinas es fundamental para generar futuro y, en ese sentido, es clave que generemos oportunidades para que las mujeres y los jóvenes pueden convertirse en emprendedores”.
“La cacaocultura –añade- es un gran ejemplo. En 2016 se hizo un censo que arrojó que 38.000 familias se dedicaban al cacao; un nuevo estudio en 2019 reveló que el número había crecido hasta 52.000 familias y hoy seguramente ya somos más. Tenemos cacao en 30 de los 32 departamentos de Colombia y necesitamos más oportunidades de abrir mercados para seguir creciendo. El cacao se estableció como uno de los cultivos del posconflicto y le ha transformado la vida a muchas familias, que antes se dedicaban al cultivo de la coca, porque no tenían más alternativa, y ahora pueden sentir que hacen una vida digna, decente y tranquila con un cultivo lícito”.
Mujeres rurales y protagonistas
A través de la tarea agrícola, Liliana busca que las mujeres sean protagonistas en los vastos espacios rurales de Colombia. Y avisa que unas cuantas cosas han cambiado recientemente: “Yo hoy hago talleres de liderazgo y empoderamiento y veo mujeres cada vez más claras en sus proyectos de vida, que quieren desarrollarse de manera más autónoma y están muy interesadas por capacitarse. Las mujeres quieren participar, tomar decisiones y tener oportunidades para seguir creciendo”.
Los obstáculos son mayúsculos, porque ella cuenta que la mayor parte de las mujeres trabaja en fincas familiares y, como no tienen título de propiedad a su nombre, ven limitada la participación en espacios de decisión. Además de problemas para acceder a la tierra, tienen inconvenientes para financiarse o capacitarse. “Una conexión a internet –advierte Liliana- sigue siendo un privilegio para las zonas rurales en Colombia, ya que su costo es altísimo, y entonces persisten brechas de desigualdad”.
Liliana está convencida de que las mujeres rurales son hoy su inspiración: “Si no me hubiese mudado al campo, no hubiera conocido mujeres tan maravillosas; Sentirme una mujer rural me hace sentir muy bien y quiero seguir aportando desde donde pueda para ayudar a que los cambios se den”.
Su proyecto es profundizar ese camino: “Debemos seguir trabajando por desarrollar nuestros proyectos de vida, que empiezan por nuestros sueños personales, se proyectan a las familias y crean comunidad. Las mujeres rurales tenemos que trabajar y perseverar por lo que deseamos, creyendo en nosotras y apoyándonos unas a otras. Por eso valoro especialmente a la Plataforma Hemisférica Mujeres Rurales que lanzó recientemente el IICA, como un aporte para compartir experiencias, conocimientos y hacer alianzas. Mi sueño es que la igualdad de oportunidades no sea más un discurso y se convierta en realidad”.